
El pH es la medida que nos ayuda a determinar la acidez o la alcalinidad de una sustancia.
Conocer el nivel de pH del suelo de nuestros cultivos es muy importante para su óptimo desarrollo, ya que la acidez del sustrato afecta directamente a la forma en la que las plantas absorben los nutrientes.
Si nuestro suelo se mantiene aproximadamente entre los valores de 5.0 y 7 de pH, podremos obtener la mejor absorción de nutrientes en la mayoría de las plantas que cultivemos, ya que en este rango las raíces los asimilarán mejor.
Si al medir el pH obtenemos un valor por debajo del 5.0 (lo que se considera un suelo ácido), los principales nutrientes que se verán afectados serán el fósforo, el magnesio y el calcio. Por ello, podremos llegar a tener carencias que afecten al desarrollo de nuestros cultivos, así como a la calidad de las raíces. En contrapunto, una gran mayoría de los micronutrientes se absorben muy rápidamente en este tipo de suelos, lo que puede provocar una deficiencia de los mismos por exceso de absorción.
Si, por el contrario, obtenemos un valor por encima del 7 al medir el pH (lo que se considera un suelo alcalino), tendremos problemas con la solubilidad de los nutrientes, pudiendo llegarse a producir incluso la obturación de los sistemas de riego por goteo.
En resumen: si no nos movemos en unos valores adecuados, ya sea por lo alto o por lo bajo, podremos ver nuestras cosechas seriamente afectadas, por deficiencia de nutrientes o por daños en las raíces.
Por este motivo, es determinante conocer el pH del suelo en el que vamos a trabajar antes de decantarnos por un cultivo u otro, así como también es importante conocer cuál es el valor óptimo para las plantas que queremos cultivar.
Una vez que lo tengamos determinado, la mejor forma de controlarlo es a través del pH de la solución de riego. Una correcta fertiirrigación nos ayudará a dosificar, de manera continua y controlada, los ácidos y fertilizantes de nuestros cultivos.
Algunos de los cultivos más comunes y sus pH óptimos son: