
El suelo es el sustento de las plantas y se divide en tres partes bien diferenciadas:
Una buena salud del suelo será determinante para el éxito de la agricultura. Las condiciones para una buena calidad vendrán determinadas por sus características físicas y sus cualidades químicas, que se pueden modificar de una forma más fácil (como por ejemplo su pH).
El suelo destinado a la agricultura está formado por minerales que sirven de nutrientes para las plantas, la tierra que retiene la humedad y los microorganismos que favorecen su óptima conservación.
Respecto a las características físicas del suelo, existen diferentes factores que determinan su condición a la hora de trabajarlo. Entre ellos están la humedad, la adherencia y la dureza que constituyen de forma general la textura del suelo. Estos influyen de forma decisiva en el comportamiento del suelo.
La fertilidad del suelo depende de sus propiedades físicas, químicas y biológicas. Un buen equilibrio de estas tres da como resultado un suelo fértil.
El ideal que se persigue para un suelo saludable es una buena estructura o composición con una compactación ligera. Cuando nos encontramos ante un suelo con una buena salud, su reflejo será el estado de las plantas. La extensión de sus raíces será prolongada y su crecimiento aéreo también mostrará un buen desarrollo.
Sin embargo, existen infinidad de plantas, por lo que algunas estarán adaptadas para vivir en otros tipos de suelo. Por lo tanto, dependiendo de nuestro objetivo en el cultivo, nos decantaremos por unas características del suelo u otras.
Una división general de las clases de suelo se puede hacer siguiendo el criterio de la erosión de la roca: