La fertilización nitrogenada (o abonado) es el proceso por el cual aplicamos a nuestros cultivos productos nitrogenados para incrementar el rendimiento y la productividad de los mismos. Sin embargo, el fertilizante nitrogenado es un elemento que hay que manejar de forma eficiente en su aplicación para evitar pérdidas, ya sean económicas o del mismo elemento en sí por lixiviación.
Por ello, en este agroconsejo os explicamos qué elementos hay que tener en cuenta para fertilizar de la manera más eficiente y eficaz posible.
La importancia del nitrógeno y otros elementos en el desarrollo de las plantas
Existen numerosos estudios que nos hablan de la necesidad del nitrógeno para que la planta se desarrolle y nos dé la máxima producción posible, pero muchas veces se nos olvida tener en cuenta otros elementos igual de importantes para el desarrollo de nuestros cultivos, como pueden ser el fósforo o el potasio, entre otros. Es como si a un huevo frito le faltase la sal o el aceite. Sin uno de los dos elementos, no vamos a hacer un buen huevo frito.
Conocer las necesidades nutritivas de nuestras plantas es muy importante, pero no debemos olvidar el potencial de nuestro suelo. No todos los suelos son iguales y, por lo tanto, tampoco tienen los mismos nutrientes y minerales. Por mucho que abonemos con nitrógeno, si el suelo no tiene el suficiente fósforo o potasio, no va a ser capaz de dar a la planta todo lo que ésta necesitaría para alcanzar su máxima producción. Y estaríamos malgastando el abono nitrogenado, aplicando más de lo que realmente necesitamos.
Cuánto fertilizante nitrogenado debemos usar y cómo aplicarlo eficientemente
En cuanto a la cantidad de fertilizante nitrogenado que necesitaremos, se estima que lo adecuado sería usar entre 20 y 40 unidades de nitrógeno por cada 1000 kilos de producción esperada. Esto se puede calcular en base a la producción alcanzada en años anteriores.
Sin embargo, como ya hemos mencionado que no todas las parcelas son homogéneas, para conseguir un correcto abonado en cada una de ellas, lo interesante será aplicar una dosificación variable en los diferentes puntos de la parcela. Con este sistema de abonado variable, podremos tomar dos decisiones: intentar homogeneizar nuestro terreno o maximizar la producción en las mejores zonas.
En el primer caso, el abonado será mayor en las zonas que dieron menos producción el año anterior, mientras que, en las que dieron más producción, abonaremos menos. Es posible que, de esta manera, se pierda un poco de producción en las zonas más potenciales de este año, pero ganaremos en las que el año pasado se quedaron cortas. Así, estaremos homogeneizando la parcela y sacándole la máxima producción a todo el suelo, no solo a las mejores zonas. Y, de paso, estaremos ahorrando en fertilizante.
En el segundo supuesto, abonaremos más en las zonas de mayor potencial. De esta manera, sacaremos el máximo potencial a nuestra parcela, invirtiendo el abono en donde mayor rendimiento podamos obtener. Así, ¡optimizaremos nuestra inversión!
Recordad, ¡un buen huevo frito nunca lo será sin aceite y sal!